jueves, 21 de febrero de 2008

EL 4 DE FEBRERO NO ME MOVERÁN

En medio de uribismos y unanimismos, que al final son la misma cosa, resurgen las voces discordantes, las disidencias y las resistencias. En un país en el que la oposición armada viene perdiendo toda su legitimidad y la oposición democrática es permanentemente criminalizada, buenas son estas voces que poponen miradas diferentes a las realidades de un país que se ha construido más en las calles que en las pantallas de televisión, en las páginas de los periódicos o en los micrófonos de los grandes monopolios informativos en los que se han convertido las cadenas radiales, así estos medios nos digan todos los días lo contrario.
Recordamos que la marcha del 4 de febrero de 2008 no es la única que se ha realizado en el país (por estas latitudes nos movemos de manera permenente, o si no preguntémosle a los 4 millones de desplazados que nos encargamos de ocultar todos los días), así como no es la única que han promovido los medios masivos de información con los fines que ya conocemos: fragmentar el movimiento social desde la desinformación y el desenfoque de los contextos sobre los cuales se incriben los acontecimientos, desplazar las discusiones de los problemas nacionales al espacio de las telenovelas y los realitis, construir realidades a medias en los espacios informativos, etc...
Bienvenidos, entonces, documentos como el que se expone a continuación, ya que con ellos ampliamos el debate (nuestro debate, no el de ellos) sobre nuestras realidades (no las de ellos), para entrar a reformular los modos como se viene construyendo este nuestro país desde las instancias del poder político y económico.

Carlos Alberto Jiménez H.

Corporación Comunicar

Creo que deberíamos ser hombres primero y ciu­dadanos después.
La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en cada momento lo que crea justo.
Thoreau

Por estos días, y por estos lares, se oye y se lee acerca de la marcha del 4 de febrero. Unos que sí, otros que no; que quién sabe, que hay que pensarlo muy bien.

Bueno, en lo que respecta a mí, ese día no me moverán.

Medios-gobierno, una alianza estratégica

Hace mucho se ha oído que, en tiempos de guerra, la primera víctima es la verdad. Lo que equivale a decir que la tarea del periodista tiende a ser la de desinformar, de acuerdo a los intereses de cada uno de los bandos. Así se cae en el lugar común de que, en consecuencia, los medios manipulan.

Bueno, vayamos aclarando. Afirmar y reafirmar que los medios manipulan es equivalente a eso de “fuerzas oscuras quieren imponer la violencia en el país”, o “la opinión pública cree que…”. Y así, sucesivamente. Maneras etéreas y gaseosas con las que nos han contagiado.

Condiciones creadas para evadir nombres propios. Ese es el objetivo: evitar ser señalado, en carne y hueso. Preferible echarle la culpa a los medios y no señalar a Ardila Lulle, a Santodomingo, a la familia Santos. Mejor hablar del grupo Prisa, de Planeta.

Los medios no manipulan. Hay empresas comerciales de información como RCN y Caracol cuyos propietarios consideran tales maneras radiales y televisivas. Son nombres propios que, a través de los medios, manipulan y desinforman, y desinforman sistemáticamente en este país donde sistemáticamente la guerra ha estado presente, vestida de una u otra manera. Son empresas dedicadas a la desinformación que, dada la alianza estratégica con el gobierno de turno, se convierten en el brazo propagandístico del establecimiento.

Repetir, repetir y repetir que los “bandidos, terroristas y narcotraficantes” son los generadores de la violencia es desconocer la violencia estatal, no sólo por bombardear poblaciones, por ejemplo, sino por no cumplir obligaciones constitucionales, por insistir en ese modelo neoliberal.

Nosotros, radioyentes, televidentes, lectores de prensa o cibernautas hemos tenido la sesgada oportunidad de conocer el país desde uno de los bandos de guerra: el respectivo gobierno de turno. Excepcionalmente el del grupo insurgente, que también aspirará a manipular los datos, los hechos y la información. Como se hace en tiempos de guerra. Como se hace en este país.

Incluso, con respecto a temas de interés nacional, con dificultad sabemos del pensamiento del no uribista, del indígena, del campesino, del líder sindical, del negro, del marginado.

El 4 de febrero en la noche y el 5 imagino titulares en los medios como “No rotundo a la violencia”; “Espaldarazo masivo a Uribe y rechazo a las FARC”; “Exitosa marcha por la democracia”. Algo así.

Sospecho que mediáticamente será argumentado con entrevistas a marchantes, todos a favor de la paz, muchos uribistas; imagino planos generales y panorámicas que “evidencian el rechazo de los colombianos a la guerrilla”; presumo imágenes que reafirmarán el supuesto unanimismo y también otras, primeros planos de pancartas de la otra orilla que justificará el discurso de la diversidad de la participación ciudadana.

Los medios orquestarán para que Uribe, su socio estratégico, sea asociado con la paz, con la marcha; “con las legítimas aspiraciones del pueblo colombiano”. Los medios son expertos en maquillar. Pedazos de imágenes y segmentos de testimonios que pondrán a circular para este país fragmentado.

Breve recorderis

Si a usted se le ha ocurrido asistir a esa marcha; si usted quiere aceptar el llamado e invitación de la alianza estratégica gobierno-medios masivos comerciales de información, solo le pido que recuerde cosas como:

· el número de desplazados en nuestro país llega ya, mal contados, a 3 millones 500 mil personas;
· con Brasil, somos los países con las diferencias sociales más profundas en Latinoamérica, la región socialmente más inequitativa en el mundo;
· millones de hectáreas le han sido arrebatas a los campesinos por parte de paramilitares;
· el norte de la Casa de Nariño es Washington. Es Bush. Nadie más. Lo demás es pantalla y relaciones públicas.
Ahora, en términos mediáticos, tenga en cuenta:

· entidades como RCN, Caracol, El Tiempo, City TV son empresas comerciales, cuyo ánimo esencial es el lucro económico, y cuyo material de trabajo es la información, un bien público;

· la objetividad como tal no existe. Las formas y contenidos de los medios están permeados por su subjetividad, por su carácter comercial y por su alianza estratégica con el gobierno;

· el formato televisivo no da para explicar, para reflexionar. No es viable. La televisión existe para informar en términos emocionales, no racionales. Como diría Ramonet, el país es espectacularizado, no explicado;

· los noticieros de televisión dramatizan, ponen en escena, utilizan efectos sonoros, manipulan con la cámara, exageran, omiten. Utilizan maneras de director de cine, de artista, para informar. Así, equivale a decir que también desinforman;

· el hecho de que lo muestre la televisión no quiere decir que sea cierto. Es como si se aceptara que todo lo que se oye es cierto; por tanto, tampoco necesariamente lo que dice la primera página del periódico es verdad ni lo que nos transmita la W. No todo es cierto. Ejemplo patético: ¡los falsos positivos! (A propósito del señor de los falsos positivos, y dadas sus particulares lógicas, no sería raro que este señor hablara de aquí a un tiempo –a propósito de los millones de hectáreas de tierra robadas a nuestros campesinos- de que fue el gestor de la única reforma agraria que ha conocido el país);

· nosotros no somos ciudadanos lectores, radioyentes o televidentes. Somos potenciales consumidores de los que disponen los medios comerciales de información por los que estos medios le cobran a los anunciantes. Entre más seamos, más cobran por una pauta publicitaria;

· con frecuencia, el periodista pasa a ser un periférico más del computador en el que trabaja; con frecuencia, los noticieros televisivo manejan fórmulas como éstas: “Pepito, el presidente de Pepilandia, fue muerto de un pepinazo”. Y ya. (Quién era Pepito, cómo llegó al poder, quiénes lo asesinaron, a quiénes pudo favorecer su asesinato, quién le sucederá, etcéteras, son preguntas que quedan sin responder.);

· a modo de cierre. En 2003, la edición europea de la revista Time preguntó a sus lectores de internet: “¿Qué país representa un peligro mayor para la paz del mundo?”, más de 300 mil personas votaron: un 7 por ciento de ellas dijo que Corea del Norte; un 8 por ciento, Irak, y un 84 por ciento afirmó que Estados Unidos (Oh Alá alguien serio en nuestro país hiciera la misma pregunta, teniendo como referentes gran variedad de nuestros dirigentes nacionales: “¿Cuál cree usted que sea la persona que representa el mayor peligro para la paz en Colombia?” Apostaría a que personajes como Uribe, Santos, Marulanda, Mancuso… destacarán).

A mí el 4 de febrero no me moverán, como algunas empresas sí esperan mover a sus empleados y otras entidades estatales a sus funcionarios para que hagan parte del show. Yo no quiero hacer parte del show.

A mí el 4 de febrero no me moverán porque nada quiero tener que ver, ni por equivocación, con el señor reelegido. Porque el señor reelegido, el más mediático de los presidentes, sabe cómo capitalizar y pescar en río revuelto. Porque no quiero sumarme a muchos ciudadanos que lo harán de corazón, con la total sinceridad, pero sin calcular los dividendos políticos que por su acción otros, pescando en río revuelto, se apropiarán.

· Cuenten conmigo cuando haya que marchar por los millones de desplazados y por los secuestrados;
· cuenten conmigo para hacerle las preguntas pertinentes a este Estado, terrorista social, político, tributario, cultural;
· cuenten conmigo para pedir cuentas a los paramilitares y guerrilleros;
· cuenten conmigo para construir, en memoria y respeto a los ausentes;
· cuenten conmigo para acciones de resistencia civil, de noviolencia activa, de no elevidencia activa;
· cuenten conmigo para la paz y por el reconocimiento, por igual y para todos, ciudadanos y ciudadanas de Colombia.
A mí el 4 de febrero no me moverán. Ese día, en memoria de Pardo Leal, de Pizarro Leongómez, de Luís Carlos Galán, de Bernardo Jaramillo y miles de ciudadanos más, por quienes nunca el Estado convocó a una marcha masiva, no me moverán. Ese día, al Establecimiento le haré pistola.
*Imágen tomada de "El espacio de lubrio": www.lubrio.blogspot.com

POLÍTICAS DE COMUNICACIÓN: REFLEXIÓN APLAZADA, NECESIDAD APREMIANTE

Rafael Espinel ha venido trabajando el tema de la política pública de comunicación comunitaria desde el ámbito académico. En el texto que se presenta a continuación el autor nos propone una mirada sobre el proceso y su importancia frente al debate amplio sobre el desarrollo social desde la perspectiva de la autonomía nacional y la participación ciudadana.

Por: Rafael Espinel Torres*

En Bogotá existen entre setenta y uno[1] y ciento trece[2] medios de comunicación comunitarios que, en palabras de Dario Ángel, reúnen a más de mil personas que trabajan, en más de ciento cincuenta organizaciones sin contar las emisoras ni los medios escolares que constituyen importantes semilleros de comunicación, los cuales están constituidos en más de un 80% por jóvenes entre los 16 y 26 años. Esta presencia juvenil se explica por su cercanía al mundo comunicativo y a su participación en colectivos de comunicación que, desde la gestión local, recurren a diversos formatos y medios de comunicación alternativos.Lo anterior manifiesta la intención de la comunidad y la juventud por participar en el espacio de lo público a partir de ejercicios comunicativos comunitarios. (Radio, prensa, televisión y nuevas tecnologías) También se evidencia, durante los últimos cuatro años, un proceso social e institucional de discusión y apropiación del tema con el objeto de adelantar la construcción de una política pública distrital de comunicación comunitaria.

Plan de desarrollo "Bogotá sin Indiferencia" 2003-2007

Ejes para la comunicación

Esta dinámica ha sido potenciada desde diversos sectores de la comunidad capitalina reunidos en la Mesa Bogotana de Comunicaciones. (Grupos, colectivos, individuos, "combos", ONG´s, asociaciones y grupos de trabajo) El proceso fue acompañado, por Planeta Paz, el Instituto Distrital para la Participación y Acción Comunal –IDPAC-, la Fundación Red Social de Medios de Comunicación -RedSocial-, la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central y la Alcaldía Mayor a través del plan de desarrollo "Bogotá sin Indiferencia" 2003-2007, desde dos ejes: el de reconciliación y el de gestión pública humana.

Fuente de Tabla: Documento de propuesta de encuentro distrital de comunicación comunitaria. Proyecto No.3144 "Propiciar espacios de comunicación en las organizaciones sociales".

Este proceso contribuyó en la elaboración y aprobación del Acuerdo Distrital Nº 292 de 2007, “por medio del cual se establecen los lineamientos de política pública, en materia de comunicación comunitaria en Bogotá, se ordena implementar acciones de fortalecimiento de la misma y se dictan otras disposiciones”.

Este Acuerdo busca que la comunidad formule propuestas sectoriales, a través de Mesas de Trabajo. (En radio, prensa, televisión e Internet comunitarios) Esta política de comunicación comunitaria se presenta entonces como un "modelo nacional" de convivencia, participación y desarrollo social, ya que es pionera en política pública en comunicación para Bogotá y para el país. Esta iniciativa, contó con el apoyo de amplios sectores y partidos del Concejo capitalino y fue presentada por el Concejal Gustavo de Roux y Leo César Diago.[3]

A pesar de los avances y de la entrada en vigor de una nueva política pública, se alcanza a percibir múltiples problemáticas; una de ellas está relacionada con la sostenibilidad y continuidad de los procesos comunicativos comunitarios, y otra con el grado de aceptación social y legitimidad de las propuestas hoy aprobadas -Acuerdo Distrital Nº 292 de 2007-.

En primer lugar, los problemas de continuidad y sostenibilidad responden a muchos factores, tales como, la falta de acceso a espacios, herramientas, conocimientos, recursos materiales y financieros mínimos, etc. Carencias y ausencias que dificultan encaminar procesos comunicativos comunitarios y que obligan a revisar las concepciones y actuaciones sociales e institucionales que no permite el desarrollo de los mismos.

Por otra parte, algunos estudiosos consideran que la segmentación por sectores sociales o poblacionales ya genera en si una dificultad que atenta contra la comunicación comunitaria. Puesto que ésta, por naturaleza, es un proceso propio del conjunto comunitario que no debería disolverse en una clasificación técnico-administrativa. "Si miramos, detenidamente vemos que parte de los intereses que se quiere reivindicar desde los procesos de comunicación comunitaria es precisamente el trabajo “articulado, conjunto, solidario, vinculante y organizado”, lo que de entrada riñe con la fragmentación en sectores que propone la visión institucional".[4]

A pesar de esas divisiones y segmentaciones institucionales, se debe reconocer que la juventud es un sector poblacional cuya incidencia no se puede desconocer, ya que su participación política y comunicativa -en lo comunitario-, ha estado integrada al conjunto de lo social a través de expresiones sindicales, estudiantiles, religiosas y culturales. Sector que en su devenir, y al igual que muchos otros sectores, ha enfrentado problemas materiales para su funcionamiento. Además, la diferencia generacional dada en el terreno comunal, genera dinámicas de exclusión natural[5] que obstaculizan los procesos -ya per se difíciles-, de gestión comunicativa, tal como lo mencionara Dario Ángel en su ponencia sobre Actores locales de comunicación durante el foro de medios comunitarios convocado por el IDCT en abril del 2004.

La construcción de una red como esta exige, de igual manera, que todos los miembros tengan validez en ella. Si hay quienes piensan que hay actores más válidos que otros, por antigüedad, por capacidades, por riqueza o por cualquier otra característica, no es posible consolidar los vínculos. Es como si en una familia un hijo fuese más hijo por ser el mayor o fuera merecedor de mejores raciones por ser más fuerte. Pues bien, los jóvenes, y muchos actores de comunicación lo son, deben demostrar antigüedad en este mundo para ser aceptados como socios válidos. Deben demostrar larga experiencia para ser admitidos en las conversaciones. Deben comprobar estabilidad otorgada por el tiempo para ser merecedores de las posibilidades de la estabilidad.[6]
A continuación, desde la perspectiva de la administración distrital y la comunidad, se mencionarán algunos factores que influyen en las problemáticas acá planteada .

Administración Distrital:

Los estudios oficiales parten de la importancia del movimiento de medios comunitarios para señalar los aspectos (necesidades comunitarias) que para ellos (institución) son fundamentales. Centran su preocupación en la ausencia de un marco legal apropiado para esta actividad y desde una perspectiva instrumental –favorable a la institución-, plantean de entrada un condicionamiento altamente problemático y alarmante.

Según el Distrito, si bien existen espacios de intercambio y comunicación entre los diferentes directores y promotores de medios, propiciados por el Distrito, es necesario institucionalizar un espacio que de forma sistemática y permanente permita que quienes se encuentra al frente de los diferentes medios converjan y desarrollen actividades conjuntas de mejoramiento y desarrollo. Reconociendo que, sin duda alguna, ese importante movimiento de Medios Comunitarios, esta fundamentado en la motivación y capacidad de trabajo de sus gestores y directores. De donde se desprende la necesidad para el Distrito de "aprovecharlo" e impulsarlo y en lo posible garantizar su futuro como medios no masivos de comunicación y para ello es necesario contribuir a su sentida inquietud de contar con un marco legal, que trascienda la actual administración Distrital. [7]

Definitivamente la palabra “aprovecharlos” plantearía, desde una lógica instrumental, posibles escenarios de cooptación social. Donde, a partir del pago de pautas publicitarias o apoyos, se facilita la reproducción propagandística institucional, comprometiendo muchas veces la independencia del mensaje comunitario.

Comunidad:

De acuerdo con la priorización dada en diversos diagnósticos participativos, las necesidades comunes a todas las localidades se encuentran, en orden de importancia, las siguientes: la falta de recursos económicos, técnicos y humanos; formación Técnica en producción de medios de comunicación; la articulación de los medios, espacios y/u organizaciones de comunicación local; fortalecimiento de los medios, espacios y/u organizaciones existentes; más organización y gestión de recursos en los medios, espacios y/u organizaciones de comunicación; democratización y circulación de la información; mayor divulgación y difusión de las actividades de la localidad a través de los medios y/o espacios; mayor alcance y cobertura de los medios locales y comunitarios; apoyo Institucional y la promoción de mayor creatividad en los productos comunicativos locales.[8]

Las necesidades comunicativas existentes explican, en parte, los antecedentes y posibles razones de la evidente dificultad que tiene la comunidad para funcionar, sostenerse, mantener vigencia y periodicidad. Además, el grado de aceptación social y legitimidad de las propuestas hoy aprobadas, de los planes, estrategias y proyectos institucionales es reducido, generando un divorcio de intereses entre los comunitario y lo estatal.La importancia:

Es urgente en Colombia reubicar el debate del desarrollo nacional y las políticas públicas, de tal forma, que se pueda controvertir y revertir el modelo actual que privilegia el crecimiento económico, la concentración de la riqueza y la intervención extranjera. Estos planteamientos nos llevan al terreno teórico de la Comunicación para el desarrollo, pero, ¿Para que tipo de desarrollo?, ¿De qué desarrollo estamos hablando?

Lo primero es rescatar un proyecto nacional de desarrollo, autodeterminado y soberano, aquel que dinamice las fuerzas productivas y la ciencia a través del fortalecimiento no sólo de las estructuras clásicas de la economía sino del ser humano en cuanto a educación y formación política y ciudadana. (Desarrollo Humano)

Es decir, se debe reivindicar un modelo de desarrollo autónomo que tenga como finalidad salvaguardar los derechos y garantías democráticas de los colombianos. En tal sentido se debe entender la comunicación, ya que ésta proyecta las representaciones colectivas sobre los intereses, necesidades y decisiones de progreso de la propia comunidad, integrando diferentes grupos, individuos y actores sociales en la construcción de alternativas posibles de transformación y desarrollo social, en otras palabras la comunicación es un factor definitivo para el fortalecimiento de la democracia.

La política pública en materia de comunicación comunitaria y en muchos otros campos, en síntesis, debe ser la materialización de un modelo de desarrollo específico. "Los enfoques de desarrollo, en general, tienen en común la afirmación de que la realidad debe ser tenida en cuenta. La diferencia entre ellos está en la forma cómo se enfoca esa realidad." (MONTOYA Amanda, 200_) Modelo de desarrollo humano basado en el conocimiento de la realidades y necesidades sociales y comunicativas de la población.

En última, es necesario profundizar conceptualmente y políticamente en los principios, valores y premisas que traen las políticas públicas actuales, para que desde una nueva perspectiva, podamos reconocer los principios acá formulados de soberanía, desarrollo humano y democracia.

12 de febrero de 2008

[1] Secretaria Distrital de Cultura, Recreación Y Deporte. Según Investigación sobre los PROCESOS SOCIOCULTURALES DE IMPACTO, INFLUENCIA, USO Y RELACIÓN QUE TIENE LA COMUNIDAD CON LOS MEDIOS COMUNITARIOS EN LA CIUDAD DE BOGOTÁ de abril de 2007 (Producido por: APS ESTRATEGIA & INVESTIGACIÓN LTDA. Nota metodológica: La selección de muestra se realizo teniendo en cuenta la participación de los medios en los procesos de fortalecimiento de la administración distrital y su vigencia y periodicidad. [2] Informe de Resultados Talleres EnREDate en Procesos de Comunicación Participativa 2005 (Proyecto No.3144 "Propiciar espacios de comunicación en las organizaciones sociales"). Nota metodológica: En los encuentros taller se aplicó la metodología Diagnóstico Rápido Participativo a través de la cual, los asistentes priorizaron sus necesidades y manifestaron sus propuestas. A los cuales asistieron 113 medios, espacios y organizaciones de comunicación local, para un total de 184 personas.[3] Con 26 votos a favor y 3 en contra, fue aprobado el acuerdo 175 y 226 de 2007, por medio del cual se establecen lineamientos de política pública en materia de Comunicación Comunitaria en el Distrito Capital.[4] Entrevista informal a Andrés Ortiz, Comunicador Social y experto en temas de comunicación comunitaria, quien ha participado del proceso Distrital acá expuesto. 2007[5] Que se consolidan en lo institucional a través de políticas excluyentes o tutelares. [6] Ángel, Dario. Ponencia: "Actores locales de comunicación" Foro de medios comunitarios, IDCT en abril del 2004. Pág. 4 [7] Secretaria Distrital de Cultura, Recreación Y Deporte. Según Investigación sobre los PROCESOS SOCIOCULTURALES DE IMPACTO, INFLUENCIA, USO Y RELACIÓN QUE TIENE LA COMUNIDAD CON LOS MEDIOS COMUNITARIOS EN LA CIUDAD DE BOGOTÁ de abril de 2007. Pág. 180 y 181 [8] Informe de Resultados Talleres EnREDate en Procesos de Comunicación Participativa 2005. Pág. 4

*Politólogo Universidad Nacional, Candidato a Magister en Estudios Políticos Pontificia Universidad Javeriana, Docente de Planta - Tiempo Completo Institución Universitaria INPAHU, Investigador Académico y Consultor Político.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Lecciones del pasado

Por Raúl Benítez Ortega
Fundación Red Social
Director Ejecutivo

Ahora que los medios de comunicación comunitarios y alternativos de Bogotá se preparan para contar con una política pública para este importante sector de la sociedad civil, que permitirá clarificar las reglas de juego para el ejercicio del periodismo cívico y para la reivindicación del derecho fundamental a la libre expresión y a la libertad de informar y ser informados de manera veraz, imparcial y oportuna, pero, además para que la ciudadanía pueda ser escuchada en sus demandas sociales, resulta pertinente hacer una reflexión colectiva acerca del camino recorrido para esta conquista, que parece no ser suficientemente valorada.

Hace casi veinte años, quienes fuimos pioneros de la televisión comunitaria en Colombia trajimos y fabricamos antenas parabólicas para atrapar señales de los satélites gracias a nuestra privilegiada posición frente a la órbita geoestacionaria ecuatorial, abriendo el camino para una de las más prósperas, estratégicas y florecientes industrias de la actualidad: la televisión por cable.

Como suele suceder con el rápido desarrollo de la tecnología, la legislación de nuestro país, antes de la Constitución del 91, no estaba preparada para establecer mecanismos de intervención y regulación de dicha industria. Sin embargo, hace cerca de una década, cuando las señales de televisión internacional eran distribuidas a un creciente número de hogares en las ciudades gracias a la iniciativa emprendedora de muchos colombianos que como todos, nos rebuscamos nuevas oportunidades y negocios, la Comisión Nacional de Televisión intervino para "ponerle orden".

Con la experiencia ganada y la expansión de las famosas "parabólicas", los pioneros de la televisión por cable nos creímos preparados para afrontar individualmente el reto que se nos vino encima: definir si éramos cable operadores por suscripción o si éramos cable operadores comunitarios. Todos terminamos por apostarle a la idea de ser competencia directa de TV Cable, que en ese momento era el único sistema de televisión por suscripción que existía en el país, autorizado por el gobierno.

La CNTV expidió entonces el marco regulatorio de la televisión en Colombia. Llenos de vanidad y en nuestra actitud arrogante creímos que podíamos superar con creces a TV Cable o a empresarios como Emilio Azcárraga, propietario de Televisa en México. Nos creímos grandes y poderosos, no había otro cable operador mejor que nosotros y todos los demás eran inferiores a nuestra "sapiencia", oportunistas y advenedizos. La televisión comunitaria nos pareció desdeñable y nos lanzamos como una jauría de hienas hambrientas a despedazarnos por una licencia para ser cable operadores de televisión por suscripción.

Enfrascados en esa disputa, no vimos que alrededor nuestro se movía lenta, silenciosa y calculadamente, una manada de leones movidos por la carnosa presa que significó la adjudicación de licencias por parte de la CNTV. Los depredadores estaban listos desde hacía rato. Cuando alzamos la mirada para observar lo que sucedía, ya era tarde. Los leones arrastraban hacia sus propios matorrales una presa ágil, fresca, con mucho músculo, mientras nos conformábamos con lamer los pálidos huesos que nos condenaban a una segura extinción.

Así fue. La gran mayoría de quienes abrimos el camino de la televisión por cable en Colombia desde hace una década estamos por fuera de esta actividad. Algunos prestan hoy sus servicios en los canales de televisión y en las programadoras privadas como camarógrafos, productores, operadores de unidades móviles, o dictamos talleres de producción y medios de comunicación en ONG y colectivos de comunicación, mientras que la televisión pasa poco a poco a manos de empresas extranjeras.

De esta manera, la mexicana Telmex es hoy el operador de televisión por cable con el mayor número de suscriptores en todo el país luego de absorber a Cablecentro, Superview y TV Cable. Estos también se quedaron chicos ante las circunstancias. En la radio ocurre algo semejante: Caracol es ahora propiedad de los españoles, lo mismo que El Tiempo o Telecom. Detrás de la reaparición de El Espectador como diario nacional está otra empresa de la moderna reconquista española.

Lentamente, los medios de comunicación en nuestro país han dejado de ser propiedad de colombianos. Claro, esas son las reglas de la globalización. Lástima que las utilidades de esas empresas ahora se escapen de Colombia para mejorar las cifras del PIB de países extranjeros, mientras nos hundimos más profundamente en el desempleo y el subdesarrollo ante un gobierno impasible frente a un sector estratégico para nuestra economía, nuestra cultura y nacionalidad.

Por esto, hablar de medios comunitarios y alternativos de comunicación en Colombia, adquiere un significado incuestionable: es la oportunidad de hablar de la defensa del derecho fundamental a la libre expresión e información, pero también para hablar de la democratización de la propiedad de los medios de comunicación como prenda de garantía de una sana democracia y de un Estado Social de Derechos.

Es evidente que ninguno de los actuales gestores y actores de los medios de comunicación comunitarios y alternativos existentes (radio, prensa, televisión o internet) puede atribuirse una representatividad no concedida por el gremio, ni puede erigirse sobre los demás para señalar con el dedo e imponer vetos que impidan el acceso al sano desarrollo de una política pública de comunicación comunitaria.

Los hechos recientes han demostrado que por diversos caminos, se ha venido gestando un movimiento social alrededor de la comunicación comunitaria cuyas diferencias están marcadas por la simple herramienta que se usa para la comunicación. Algunos lo hacen a través de los periódicos y revistas; otros, a través de la radio comunitaria y escolar; otros, mediante la televisión comunitaria, y nuevos colectivos recurren ahora a las tecnologías avasalladoras y convergentes. Todos estos son procesos que nadie puede desconocer.

Si las lecciones del pasado no sirven para mejorar nuestra actitud y obrar con criterio, de forma coherente, bajo el principio de la solidaridad, tendiendo lazos de confianza y unidad entre los distintos medios de comunicación comunitaria y alternativa, de nuevo veremos cómo desde los matorrales, son otras fieras las que se llevan las mejores presas. ¡Que hay que actuar con sensatez, es un imperativo!

Si no lo creen, solo miren más cuidadosamente lo que está ocurriendo con la convocatoria del Ministerio de Comunicaciones para radios comunitarias en las capitales. ¿Alguien recuerda a los ministros Saulo Arboleda y Rodrigo Villamizar?, o mejor aún, ¿a alguien le suena todavía aquello del "miti-miti"?

Bogotá D.C., 20 Febrero 2008.
NOTA: ARTICULO DE LIBRE PUBLICACION Y DIFUSION CON MENCION DEL AUTOR

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Proyecto CEIS - Colectivo de Estudios e Investigación Social- se inscribe en las lógicas de la organización social de carácter popular, asumiendo una postura crítica frente a su contexto político, económico y sociocultural. En Proyecto CEIS confluyen experiencias de gestoras y gestores sociales que han desarrollado trabajo comunitario por más de 10 años, y sintetiza una posibilidad de acción colectiva dirigida hacia la reflexión, orientación y consolidación de poder popular. En el camino los gestores de Proyecto CEIS han sido investigadores, defensores de derechos humanos, docentes, animadores de procesos de fortalecimiento de lo público, facilitadores en procesos de formación, promotores socioculturales, entre otras actividades propias del trabajo social comunitario. Contactos en: proyecto.ceis@gmail.com