miércoles, 28 de noviembre de 2007

Respuesta a “Un remedio contra el olvido”

La estrategia ya conocida de recurrir a los amigos para que hablen de aquellos temas que a uno le interezan, ya comenzó a funcionar. Publicamos el texto enviado por Pacho Cristancho JR., el cual nos deja claras, entre otras, dos cosas: la primera es que las realidades nacionales, las de los grandes monopolios de la información masiva, pero también las nuestras, se circunscriben a los procesos sociales que soportan y a las apuestas sociopolíticas, culturales, económicas e ideológicas que concretan. La segunda cuestión que nos queda clara es la forma como Pacho invierte su tiempo: se la pasa espiando a los periodistas, tomando tinto y conversando con los amigos. Seguramente, como esperamos que sea, este texto es producto de una de las últimas crápulas del autor. Esperamos este no sea su último aporte, por lo que le deseamos unas muy buenas borracheras creativas.
Por: Francisco Cristancho R.

No hace mucho tiempo, recorriendo los pasillos del Congreso, me encontré con un colega haciendo un “falso directo” desde una de las Comisiones Constitucionales. Pacientemente, y robándole tiempo al tiempo esperé a que terminará su “última hora” para hablar carreta un rato.

A los pocos minutos finalizó… “esta es la información de última hora que se produce aquí, en el Congreso de la República. Para el Noticiero… informó…”. Después de saludarlo y halagarlo socarronamente por su locuacidad me atreví a cuestionar la herramienta informativa utilizada, aduciendo que eso era engañar al televidente, quien desprevenido, se tragaría toda la mentira, creyendo que verdaderamente un jueves en la noche los padres de la patria estarían juiciosamente trabajando.

Después de dudar de su propio concepto me respondió que eso “le daba agilidad al noticiero”, y que en vista que salía al aire ese mismo día era bueno que los congresistas aparecieran discutiendo ese tema.

Hablamos de otras noticias que rondaban en ese momento la escena política, de escándalos secretos que iban de boca en boca, de una que otra viejita que se destaca en el edificio legislativo, bien sea por su astucia política, por su veloz y misterioso ascenso o por su menguada inteligencia. Nos despedimos amablemente y quedamos en hablar otro día.

No pude quitarme de la cabeza, ni de la misma parte física en donde me queda la ética, la idea del engaño al cual eran sometidos los trescientos, dos mil, o dos millones de televidentes que “se informarían” con tan patética noticia. Y no era por la noticia como tal, que de importante y de última hora tenía solo el titular, sino por la trampa temporal a que someterían a muchos incautos.

Después de llevar y traer ideas y conceptos y teorías y enseñanzas y consejos en mi mente, después de llegar a una conclusión, de descartarla, de volver a tomarla y volver a descartarla, llegué a una conclusión que, por el momento, me satisfizo, me sacó del problema y la encrucijada ética y me permitió ponerme a pensar en mis vanas cotidianidades, que dejan de ser superficiales cuando realmente se nos vienen encima.

¡Atención!, en ningún momento dije que la conclusión me hubiera dejado tranquilo o sosegado; por el contrario, la conclusión a la cual llegué abriría todo un mundo de reproches, de culpas, de latigazos personales, de desilusiones permanentes y sobretodo de muchísimas más dudas y confusiones.

Los medios de comunicación, los masivos, los tradicionales, los posesionados, los dominantes, los famosos, los grandes, hacen lo que les da la gana con sus lectores, sus televidentes o sus escuchas. Los medios poderosos, inalcanzables, politiqueros y hasta mafiosos, confunden, tergiversan, amarran, esconden, decapitan información. Llegan a la fuente, toman lo que ellos consideran importante, editan la información, la castran, la despedazan, la ordenan a su conveniencia y la tiran como gran noticia a quienes creemos que necesitamos permanecer informados.

¡Que mentira!... Una noche estaba reunido con otro periodista, éste mucho más conocido que el anterior por trabajar en uno de los noticieros con mayor credibilidad del país, le pregunté qué noticias tenía, cuáles creía que debían salir al aire y cuáles eran de mayor interés. Orgulloso por haber cubierto buena parte del Congreso con su cámara y su libreta de notas me contestó que para él tenía cinco noticias buenas, me advirtió que el noticiero como máximo y haciendo una excepción le dejaría sacar tres notas, pero que seguramente solo dos serían emitidas esa misma noche.

Me mencionó cada una de sus noticias, desde la menos importante, hasta la que podría ocupar la primera página de un diario o con la que perfectamente podría “abrir” el noticiero. Pero me advirtió que quien decidiría cuál es la más importante, cuál va, y cual se queda es el director del noticiero. Efectivamente, unos minutos más tarde lo llamó el director… “don Fulano, sí ¿cómo está?... sí señor tengo esto y esto y esto, además me parece importante esto… no sé, creo que es más importante lo del desplazado que lo del ministro porque, noooooo, pero espere, noooooo, bueno, pues si usted lo dice, listo, listo entonces yo meto eso” su gesto, que antes era de expectativa, esperanza y tranquilidad cambio radicalmente, un gesto serio, preocupado y decepcionado embargo su rostro y hasta sus movimientos que antes eran ágiles y activos se apaciguaron en una lánguida expresión.

Pues así era, el señor director, muy conocido y muy respetado, con un altísimo grado de credibilidad, había desechado la noticia de un desplazado y sus denuncias de abusos y amenazas efectuadas por militares activos, cambiándola por una declaración diaria de un ministro en la que defendía los buenos propósitos del Gobierno con el proyecto de Presupuesto. Mi compañero no dijo nada más. Escuchando la conversación noté cómo trató de defender su noticia, imaginé al otro lado del teléfono celular a ese señor, vociferando por que el periodista se atrevió a cuestionar su decisión, tirándole el teléfono sin dar la menor oportunidad a contradicciones…
Tuve la oportunidad más tarde de ver el noticiero, observé que “abrieron” con otra información, que la entrevista con el ministro vino mucho después y que solamente una de esas cinco noticias, tal vez, la menos importante, fue la única salió al aire…

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Bogotá, Cundinamarca, Colombia
Proyecto CEIS - Colectivo de Estudios e Investigación Social- se inscribe en las lógicas de la organización social de carácter popular, asumiendo una postura crítica frente a su contexto político, económico y sociocultural. En Proyecto CEIS confluyen experiencias de gestoras y gestores sociales que han desarrollado trabajo comunitario por más de 10 años, y sintetiza una posibilidad de acción colectiva dirigida hacia la reflexión, orientación y consolidación de poder popular. En el camino los gestores de Proyecto CEIS han sido investigadores, defensores de derechos humanos, docentes, animadores de procesos de fortalecimiento de lo público, facilitadores en procesos de formación, promotores socioculturales, entre otras actividades propias del trabajo social comunitario. Contactos en: proyecto.ceis@gmail.com