jueves, 29 de noviembre de 2007

Comunicación y desarrollo social


Jenny Carolina Pérez Baquero, estudiante de comunicación de INPAHU, ha desarrollado un interesante trabajo de reportería audiovisual en el conversatorio "Comunicación alternativa y su incidencia en el desarrollo social " organizado el pasado mes de octubre por la Corporación El Taller. Este conversatorio desarrollado en la localidad de Kennedy, en el que participaron actores locales de la comunicación comunitaria, se propuso como un nuevo aporte de las organizaciones sociales a los procesos de reflexión y análisis de las realidades territoriales, espacios necesarios que se convierten en escenarios de debate de aquellos temas que intervienen diorectamente en los procesos de desarrollo de social de nuestras comunidades.

Este trabajo fue acompañado en su realización por un grupo de muchachos que se vienen reuniendo en una experiencia virtual denominada Makondo Universal.

Descubramos en seis capítulos de 1:30 min. aprox. cada uno, "cómo la comunicación alternativa puede incidir dentro del desarrollo social de una comunidad", según diría la autora del trabajo que continúa.

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miércoles, 28 de noviembre de 2007

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN COMUNITARIOS

La siguiente es la ponencia presentada por nuestro compañero y amigo Raúl Benitez, de Red Social, en el FORO DISTRITAL DE POLÍTICA PÚBLICA DE COMUNICACIÓN COMUNITARIA, organizado por Planeta Paz, Red Social, la Universidad Centran y el IDPAC, desarrollado los días 23 y 24 de Noviembre 2007.
LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN COMUNITARIOS

Intervención de Raúl Benítez Ortega
Director Ejecutivo de la Fundación Red Social de Medios de Comunicación
REDSOCIAL

Quiero, en primer lugar, agradecer a las directivas de la Universidad Central, al Rector, Dr. Guillermo Páramo, a la Dra. Ligia Echeverri de Ferrufino, Decana de la Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes por su apoyo para la realización de este Foro y por acogernos en esta, su casa; a la Directora del Instituto Distrital para la Participación y Acción Comunal, Dra. Olga Beatriz Gutiérrez, por el apoyo logístico brindado a través de la Dirección de Comunicaciones del IDPAC. A Planeta Paz por su invaluable ayuda a través de la Mesa Bogotana de Comunicaciones en la movilización social, académica e institucional para materializar esta idea del Foro de Política Pública de Comunicación Comunitaria que la Red Social de Medios propuso e impulsó respetuosamente en nombre de todos los medios comunitarios desde el proceso de formación y construcción de Redes Sociales de Comunicación de la UNAD (1).

Agradezco igualmente a las Universidades que se han vinculado a este evento: la UNAD, la Distrital, la Minuto de Dios, la Católica, la Santo Tomás, la Cooperativa, la Tadeo, entre otras; y a las organizaciones y colectivos que vienen trabajando la comunicación comunitaria como SIPAZ, el Centro de Comunicación Social Paulinas, la Corporación Comunicar, la Red Colombiana de Radios Comunitarias RECORRA, a la Red Social de Medios de Comunicación y a los compañeros agrupados en los escenarios de formación de la UNAD y de la Universidad Distrital, entre otros, quienes cumplen su misión de manera paciente y persistente, con un gran sentido de compromiso frente a la Comunicación Comunitaria, demostrado a lo largo de varios años. Estoy seguro que con estas organizaciones y colectivos, los medios comunitarios y alternativos pueden sentirse legítimamente representados en sus intereses, sin temores ni reservas. La única razón para no hacerlo es que tales intereses sean absolutamente divergentes e incompatibles, por lo demás, tenemos entre manos una tarea que apenas comienza.

Me ha correspondido en esta jornada de trabajo hacer referencia a un tema que ha sido objeto de diversos eventos académicos, sociales y empresariales: la Responsabilidad Social de los Medios de Comunicación.

No es la primera vez que se habla de ella, pero hoy lo haremos desde la perspectiva de los medios comunitarios; de tal manera que por la brevedad del tiempo, voy a meter el dedo directamente en la llaga para señalar la responsabilidad que como comunicadores de lo público -comunitario tenemos con la sociedad. Con esta exposición pretendo incitar el debate sobre el tema que hoy nos congrega.

El pasado mes de agosto se realizó el Primer Encuentro Nacional de Responsabilidad Social, “Colombia Responsable”, organizado por Corferias, en donde varios comunicadores comunitarios escuchamos atentamente la visión que tienen los Grandes Medios de Comunicación Comerciales de Colombia y América Latina sobre el concepto de la Responsabilidad Social. Por supuesto, estaban en primera fila los medios de siempre: Caracol, RCN y la Casa Editorial El Tiempo, así como la Cadena O’Globo de Brasil.

Lamentablemente, no hubo allí un espacio para hablar de nosotros y mostrar nuestra visión al respecto. Tuvimos que soportar que ante el gobierno, los empresarios, las agencias y organismos de cooperación y ante las organizaciones sociales, se conocieran varios planteamientos cuestionables de quienes hacen de la información, la cultura, la educación y el entretenimiento una mercancía que se vende al mejor postor en el afán por capturar consumidores según las reglas del mercado y no por cautivar audiencias según las reglas de la democracia.

Allí se tomaron una vocería de la que no son dignos y presentaron la producción de algunos seriados de televisión, donde la temática central gira alrededor de fenómenos como el tráfico de personas, la explotación sexual y el sicariato, por citar algunos de los temas abordados.

Destacaban cómo algunas producciones habían recibido el beneplácito y reconocimiento de entidades como la Organización Internacional para la Migraciones, OIM, lo que les permitió vender muy bien dichas producciones en el mercado internacional. Hablaron de los resultados económicos de tales seriados, de lo satisfechos que estaban los accionistas de estos medios frente a los beneficios obtenidos y resaltaron que una de las responsabilidades sociales de los canales consistía precisamente en garantizar esos beneficios, además de cumplir con sus obligaciones legales y fiscales como empresas comerciales que son.

De lo que nunca hablaron fue del impacto que esas producciones tuvieron sobre el imaginario colectivo de los televidentes, ni mencionaron si alrededor de los temas tratados se hicieron debates públicos, si se analizó la problemática y se produjo algún cambio o reducción en las cifras que manejan las autoridades dentro de las muchas variables estadísticas en materia de prostitución, secuestros y desapariciones con fines de explotación sexual y homicidios.

Hicieron referencia en particular a algunos seriados y dramatizados que se transmitieron en horario Triple A como “Sin tetas no hay paraíso” o “Todos quieren con Marilyn”, que, en el encuentro de Corferias, estuvieron acompañados de una magnífica presentación como si entre los asistentes al evento pudiera haber algún potencial comprador.

Paulo Laserna Phillips, de Caracol, señalaba que los temas tratados en estos dramatizados eran el resultado de una política de responsabilidad social empresarial adoptada por el canal para denunciar tales fenómenos y alertar a la sociedad sobre la degradación de la dignidad y la explotación humana que las mafias vienen propiciando en nuestro país. Que para ello habían contado con el acompañamiento y asesoría de las autoridades responsables de combatir estos fenómenos delincuenciales. Pero dejó de lado algo que él mismo dijo sobre la responsabilidad de los medios: que era necesario reconocer que todo lo que hagan o dejen de hacer tiene efecto en el público. Paradójicamente, una de esas acciones es la explotación con fines comerciales de temas que deben ser, mejor, objeto de profundo análisis público para la búsqueda y aplicación de soluciones.

Entonces, porqué razón si se mostraron los índices de sintonía, el share, la estrategia de marketing y otros tópicos relacionados con el tema, no presentó un informe sobre el impacto real que estos contenidos tienen sobre la audiencia. En este punto, resulta oportuno cuestionar porqué el espacio del defensor del televidente es una franja de media hora a las 12:30 de la noche, donde además no se genera una interacción con la audiencia para conocer sus impresiones y las enseñanzas que tales producciones le dejan. El análisis de contenidos y los espacios para la formación de opinión pública también merecen un horario triple A.

Mientras los grandes medios comerciales son medidos y clasificados por el Estudio General de Medios, es urgente y necesario desarrollar otros estudios y definir otros indicadores para medir el impacto que los contenidos de los medios tienen en la sociedad y los efectos sobre las conductas, los principios y valores de los individuos. Medición que debería ser considerada mucho más importante que el rating, a la hora de tomar decisiones sobre la financiación de estrategias y campañas de divulgación, información y comunicación.

Con esto quiero señalar que los medios comunitarios no son ajenos a esa responsabilidad social, dado que muchos contenidos sirven de modelo para que las audiencias adopten o modifiquen sus comportamientos, expresiones y formas de percepción, tanto individuales como colectivas. Luís Jorge Garay, advertía hace ya varios años que la nuestra era una cultura mafiosa; esto, para señalar que en Colombia se le da más valor a la viveza y la astucia que los individuos desarrollan para sacar provecho de otros y escalar social y económicamente, sin importar cómo, ni a qué precio.

Cuántas jóvenes en el país, después de ver “Sin tetas no hay paraíso” acarician la posibilidad de convertirse en “modelos prepago”, o quizás ya lo han hecho ante la promesa de dinero “fácil” y “rápido” para escalar y alcanzar determinadas metas individuales. Cuánto han servido para muchos jóvenes que chocan de frente contra la falta de oportunidades para su futuro, aquellos argumentos expuestos en dramatizados semejantes, que les pueda haber inspirado esas mismas ideas alrededor del sicariato o el narcotráfico como única salida para superar la miseria y la exclusión.

Marcando la diferencia

Queremos aprovechar este escenario para proponer, de una vez y para siempre, que los límites que separan a los grandes medios de comunicación comerciales de los comunitarios o alternativos queden claramente definidos.

Para nosotros, el derecho fundamental a la información oportuna, veraz e imparcial, no se negocia, sino que se ejerce. En este sentido, vale decir que nuestra primera responsabilidad social es la de ser promotores y defensores de estos derechos sociales, culturales y colectivos. Estos son irrenunciables, inalienables e imprescriptibles.

La segunda responsabilidad consiste en hacer visible el espectro de oportunidades a las que pueden tener acceso las audiencias sin renunciar a sus principios y valores y sin que las conductas que ellas adopten resulten negativas o vulneren la dignidad humana. Somos responsables de iluminar otros caminos de esperanza y dignidad para la ciudadanía.

Como formadores de opinión pública, tenemos una responsabilidad pedagógica, debemos educar y difundir el conocimiento sobre el concepto de lo público, de la ciudadanía y de cómo ésta se ejerce. Los comunicadores comunitarios no hacemos de la Responsabilidad Social un acto aparente de buena voluntad y de falsa generosidad filantrópica al tenor de los beneficios tributarios que el Estado otorga a las empresas, deducibles de sus obligaciones por el impuesto de Renta. Conjugamos la responsabilidad social como una acción dirigida a promover el desarrollo humano, la calidad de vida digna y la reivindicación de los derechos fundamentales de los individuos y de las comunidades de territorios marginados o vulnerables.

En otras palabras, los comunicadores y periodistas que participamos de lo comunitario somos y vivimos la responsabilidad social en nuestros actos cotidianos y la ejercemos a través del uso y apropiación colectiva de los medios de comunicación, no como un negocio, sino como un servicio público para alcanzar la paz y garantizar la democracia.

En defensa de lo público.

Si bien es cierto que la actividad económica y, en particular, la iniciativa privada son libres dentro de los límites del bien común, es importante observar que también existe la iniciativa ciudadana, abierta, colectiva, pública, que también requiere de políticas para su protección.
Así, la democratización de la propiedad de los medios de comunicación también es un derecho fundamental, como lo es el libre acceso a ellos, amparado en las libertades de expresión y de fundar medios masivos de comunicación, con arreglo a las leyes.

En nombre de lo comunitario se ha favorecido por mucho tiempo el monopolio de los medios de comunicación. Un claro ejemplo de ello ocurre en la actualidad con la Televisión Comunitaria que en Bogotá y en otras regiones del país ha sido aprovechada por un grupo de oportunistas que terminan vendiendo y entregando a manos de las multinacionales de la televisión por cable muchos de estos sistemas televisivos que le pertenecen a las comunidades. En nombre de lo comunitario se viene haciendo negocios privados que atentan contra la democracia y los derechos fundamentales de los ciudadanos.

Quién se hace responsable por esta pérdida cuando la Comisión de Televisión y el Ministerio de Comunicaciones actúan más como reguladores del mercado, garantizando a los intereses privados el crecimiento del número de sus consumidores. Parece no importarles la formación de audiencias informadas y calificadas para ejercer sus derechos a favor de la democracia y de lo público. El Estado también tiene su cuota de responsabilidad en este sentido.

Una política pública de comunicación comunitaria deberá ponerle freno a la paulatina desaparición de muchos medios comunitarios como una sutil forma de censura y restricción a las libertades, con el objeto de consolidar verdaderos procesos sociales de transformación donde los periodistas cívicos y comunicadores sociales le apunten al fortalecimiento de la democracia, la convivencia pacífica y al desarrollo del país, a través de estos medios de comunicación.

Nuestras responsabilidades con la sociedad.

Pensemos entonces, ¿Para qué las comunidades quieren tener medios de comunicación y cuál es el papel del comunicador o periodista con relación a los medios comunitarios? Para propiciar la participación, generar procesos de inclusión social y de visibilización de grupos humanos marginados; para promover la solidaridad ciudadana, educar y formar a la ciudadanía en valores y principios éticos que conduzcan a la reconciliación y la convivencia pacífica; para ejercer control social y político sobre la gestión pública con el fin de garantizar la transparencia y la lucha contra la corrupción; para construir una cultura de diálogo, civilidad, concertación, entendimiento y tolerancia en un escenario de diversidad étnica, lingüística y cultural como la nuestra; para la movilización de diversos sectores y actores tanto sociales, como públicos y privados hacia la efectiva solución de los problemas y conflictos que aquejan al país; para promover y defender los derechos humanos, económicos, sociales, culturales, colectivos y ambientales de los colombianos, entre otros. Todo esto compone el amplio espectro de la responsabilidad social de los medios comunitarios, que sin muchos recursos y con gran esfuerzo, la vienen cumpliendo.

Entonces, ¿Porqué no considerarnos merecedores del apoyo de los organismos de cooperación internacional, de la academia, del gobierno y el sector público, de los empresarios y gremios económicos que en breve tendrán que adoptar masivamente políticas de Responsabilidad Social Empresarial alrededor de la futura norma ISO-26000 y de todos los demás actores de la sociedad civil? ¿Por qué no merecer , en estos escenarios, la solidaridad de los sectores populares, de las organizaciones comunales y de la ciudadanía en general para proteger algo que es de todos?

En este punto es que cabe cuestionar a los grandes medios comerciales, a la academia y a las nuevas promociones de periodistas y comunicadores que al final de cada semestre salen a hacer fila en Caracol, RCN y El Tiempo con su hoja de vida bajo el brazo, sobre si están realmente cumpliendo con esa responsabilidad de ser gestores sociales del desarrollo y promotores de la reconciliación y la convivencia pacífica. El escenario de los medios comunitarios requiere hombres y mujeres concientes de estas responsabilidades y dispuestos a asumir un sólido compromiso con el país para cumplirlas cabalmente.

Un proyecto de poder ciudadano.

Si alguien pregunta sobre la razón por la cual tantos medios comunitarios, periodistas y organizaciones sociales se congregan para dar inicio al proceso de formulación de una política pública, con el apoyo de la academia y de las instituciones, es evidente que podemos reconocer que la comunicación comunitaria es, para todos nosotros, un proyecto político que ha de construirse colectivamente.

Pero no debemos confundirnos. Si hemos acudido a este llamado es porque estamos dispuestos a hacer valer el derecho a la información y los demás derechos conexos, en nombre de la ciudad y de los ciudadanos. Esa es una gran responsabilidad que pesa sobre los hombros de todos los que estamos involucrados en esta actividad.

Los recientes eventos políticos electorales han confirmado que los periodistas, comunicadores y medios comunitarios perdemos legitimidad y credibilidad frente a las comunidades cuando resultamos metidos en un espacio con el cual tenemos la obligación de mantener prudente distancia y unas cordiales y respetuosas relaciones. Para decirlo de una manera más gráfica, la política y el periodismo son hermanos, hijos de una misma madre: la democracia; pero han sido engendrados por distinto padre: la política por el poder y el periodismo por el derecho, derecho a la libre expresión e información. Por lo tanto, no resulta aceptable aplaudir esas relaciones incestuosas entre la política y el periodismo. Es nuestra responsabilidad ocupar el lugar que nos corresponde pues el poder y el derecho le otorgan a la política su propio escenario, donde el periodismo debe mantener sus ojos atentos para cuidar los intereses de la democracia cuando está en juego la herencia de nuestro futuro: lo público.

En este sentido, es responsabilidad de los periodistas y también de la política, impedir que el periodismo cívico y los medios comunitarios terminen subordinados a la voluntad de los gobernantes, o de los funcionaros públicos o a cualquier interés ajeno al bien común. Los periodistas y medios comunitarios deben ser siempre autónomos e independientes pero al servicio del interés general de las comunidades. Este es otro de los rasgos distintivos de la comunicación comunitaria que nos define y nos hace diferentes a la lógica de los medios de comunicación comerciales.

Quizás esto último suene como una herejía, pero la verdad es que el periodismo cívico y los medios comunitarios estamos llamados a incidir en todas las políticas del Estado como dinamizadores de la opinión pública e intérpretes y canalizadores de la voluntad colectiva.
Ante este escenario de poder ciudadano, nuestra responsabilidad social es mucho mayor que el de la esfera de la política partidista y electoral. Los hechos cotidianos y las realidades nacionales nos obligan a dignificar este oficio heroico de hacer periodismo e impulsar medios comunitarios en el complejo escenario de conflictos que vive nuestro país y en medio de un convulsionado mundo globalizado.

El reto está puesto sobre la mesa, ¿Cuántos hay entre nosotros que son lo bastante responsables socialmente como para comprometerse y aceptarlo, y cuántos hay que, equivocados frente a esta visión de lo público y lo comunitario de la información y la comunicación, ya están dispuestos a salir en carrera y darle la espalda a este proceso?

Señoras y señores: el balón está en la cancha, ¿a cuántas personas vamos a movilizar para construir esta política? En este juego, la responsabilidad es de todos nosotros. Pasemos de las palabras a la acción y hagámoslo ya.

Muchas gracias.

Bogotá, 23 de Noviembre de 2007 (2).
NOTAS
1 Universidad Nacional Abierta y a Distancia – UNAD.
2 La Alcaldía Mayor de Bogotá, aprobó finalmente y sancionó en esta misma fecha el Acuerdo Distrital Nº 292 de 2007, “por medio del cual se establecen los lineamientos de política pública, en materia de comunicación comunitaria en Bogotá, se ordena implementar acciones de fortalecimiento de la misma y se dictan otras disposiciones”.

Respuesta a “Un remedio contra el olvido”

La estrategia ya conocida de recurrir a los amigos para que hablen de aquellos temas que a uno le interezan, ya comenzó a funcionar. Publicamos el texto enviado por Pacho Cristancho JR., el cual nos deja claras, entre otras, dos cosas: la primera es que las realidades nacionales, las de los grandes monopolios de la información masiva, pero también las nuestras, se circunscriben a los procesos sociales que soportan y a las apuestas sociopolíticas, culturales, económicas e ideológicas que concretan. La segunda cuestión que nos queda clara es la forma como Pacho invierte su tiempo: se la pasa espiando a los periodistas, tomando tinto y conversando con los amigos. Seguramente, como esperamos que sea, este texto es producto de una de las últimas crápulas del autor. Esperamos este no sea su último aporte, por lo que le deseamos unas muy buenas borracheras creativas.
Por: Francisco Cristancho R.

No hace mucho tiempo, recorriendo los pasillos del Congreso, me encontré con un colega haciendo un “falso directo” desde una de las Comisiones Constitucionales. Pacientemente, y robándole tiempo al tiempo esperé a que terminará su “última hora” para hablar carreta un rato.

A los pocos minutos finalizó… “esta es la información de última hora que se produce aquí, en el Congreso de la República. Para el Noticiero… informó…”. Después de saludarlo y halagarlo socarronamente por su locuacidad me atreví a cuestionar la herramienta informativa utilizada, aduciendo que eso era engañar al televidente, quien desprevenido, se tragaría toda la mentira, creyendo que verdaderamente un jueves en la noche los padres de la patria estarían juiciosamente trabajando.

Después de dudar de su propio concepto me respondió que eso “le daba agilidad al noticiero”, y que en vista que salía al aire ese mismo día era bueno que los congresistas aparecieran discutiendo ese tema.

Hablamos de otras noticias que rondaban en ese momento la escena política, de escándalos secretos que iban de boca en boca, de una que otra viejita que se destaca en el edificio legislativo, bien sea por su astucia política, por su veloz y misterioso ascenso o por su menguada inteligencia. Nos despedimos amablemente y quedamos en hablar otro día.

No pude quitarme de la cabeza, ni de la misma parte física en donde me queda la ética, la idea del engaño al cual eran sometidos los trescientos, dos mil, o dos millones de televidentes que “se informarían” con tan patética noticia. Y no era por la noticia como tal, que de importante y de última hora tenía solo el titular, sino por la trampa temporal a que someterían a muchos incautos.

Después de llevar y traer ideas y conceptos y teorías y enseñanzas y consejos en mi mente, después de llegar a una conclusión, de descartarla, de volver a tomarla y volver a descartarla, llegué a una conclusión que, por el momento, me satisfizo, me sacó del problema y la encrucijada ética y me permitió ponerme a pensar en mis vanas cotidianidades, que dejan de ser superficiales cuando realmente se nos vienen encima.

¡Atención!, en ningún momento dije que la conclusión me hubiera dejado tranquilo o sosegado; por el contrario, la conclusión a la cual llegué abriría todo un mundo de reproches, de culpas, de latigazos personales, de desilusiones permanentes y sobretodo de muchísimas más dudas y confusiones.

Los medios de comunicación, los masivos, los tradicionales, los posesionados, los dominantes, los famosos, los grandes, hacen lo que les da la gana con sus lectores, sus televidentes o sus escuchas. Los medios poderosos, inalcanzables, politiqueros y hasta mafiosos, confunden, tergiversan, amarran, esconden, decapitan información. Llegan a la fuente, toman lo que ellos consideran importante, editan la información, la castran, la despedazan, la ordenan a su conveniencia y la tiran como gran noticia a quienes creemos que necesitamos permanecer informados.

¡Que mentira!... Una noche estaba reunido con otro periodista, éste mucho más conocido que el anterior por trabajar en uno de los noticieros con mayor credibilidad del país, le pregunté qué noticias tenía, cuáles creía que debían salir al aire y cuáles eran de mayor interés. Orgulloso por haber cubierto buena parte del Congreso con su cámara y su libreta de notas me contestó que para él tenía cinco noticias buenas, me advirtió que el noticiero como máximo y haciendo una excepción le dejaría sacar tres notas, pero que seguramente solo dos serían emitidas esa misma noche.

Me mencionó cada una de sus noticias, desde la menos importante, hasta la que podría ocupar la primera página de un diario o con la que perfectamente podría “abrir” el noticiero. Pero me advirtió que quien decidiría cuál es la más importante, cuál va, y cual se queda es el director del noticiero. Efectivamente, unos minutos más tarde lo llamó el director… “don Fulano, sí ¿cómo está?... sí señor tengo esto y esto y esto, además me parece importante esto… no sé, creo que es más importante lo del desplazado que lo del ministro porque, noooooo, pero espere, noooooo, bueno, pues si usted lo dice, listo, listo entonces yo meto eso” su gesto, que antes era de expectativa, esperanza y tranquilidad cambio radicalmente, un gesto serio, preocupado y decepcionado embargo su rostro y hasta sus movimientos que antes eran ágiles y activos se apaciguaron en una lánguida expresión.

Pues así era, el señor director, muy conocido y muy respetado, con un altísimo grado de credibilidad, había desechado la noticia de un desplazado y sus denuncias de abusos y amenazas efectuadas por militares activos, cambiándola por una declaración diaria de un ministro en la que defendía los buenos propósitos del Gobierno con el proyecto de Presupuesto. Mi compañero no dijo nada más. Escuchando la conversación noté cómo trató de defender su noticia, imaginé al otro lado del teléfono celular a ese señor, vociferando por que el periodista se atrevió a cuestionar su decisión, tirándole el teléfono sin dar la menor oportunidad a contradicciones…
Tuve la oportunidad más tarde de ver el noticiero, observé que “abrieron” con otra información, que la entrevista con el ministro vino mucho después y que solamente una de esas cinco noticias, tal vez, la menos importante, fue la única salió al aire…

martes, 27 de noviembre de 2007

Hay mucho más por conocer y por hacer


Si quiere profundizar sobre estos temas, un par de sugerencias

Como las discusiones que se generan en torno a la comunicación comunitaria, a la planeación territorial y a la redes sociales no se agotan en estas líneas, y como se hace necesario estar analizando, debatiendo, actuando y evaluando los procesos de manera permanente quisiéramos, para cerrar este año, proponer a ustedes una serie de documentos que, a modo de bibliografía, pueden ser consultados para ampliar conceptos, conocer otras experiencias comunitarias y populares en comunicación y dialogar con ellas. Así mismo quiesiéramos conocer sus acercamientos y sugerencias, por lo que lo invitamos a darnos a conocer sus puntos de vista, su propia bibliografía y sus aportes al proceso del desarrollo social.

Carlos Rodríguez y Natalia Vinelli. Contrainformación: medios alternativos para la acción política. Ediciones Continente. Buenos Aires, 2004.


Claudia Korol. La subjetividad herida, comunicación y resistencia cultural. Ediciones La Tribu. Buenos Aires.


Eduardo Contreras. Planificación comunitaria, un semi manual de introducción a la planificación comunitaria. Editorial Quipus. Quito, 1990.


Gabriel García Márquez. Crónicas y reportajes. Editorial Oveja Negra. Bogotá, 1985.


Harvey Suárez. Hilos, redes y madejas: saber, poder y verdad. UNAD. Bogotá, 1999.


Jürgen Habermas. Teoría de la Acción Comunicativa. Editorial Taurus. Madrid, 1987.


Jean Baudrillard. Cultura y simulacro. Editorial Siglo XXI. Buenos Aires, 1995.


Jesús Martín Barbero. De los medios a las mediaciones: comunicación, cultura y hegemonía. Editorial G. Gili. México, 1993.


Jesús Martín Barbero. Comunicación Masiva: Discurso y Poder. Editorial Época. Quito, 1978.


Jesús Martín Barbero. Alfabetizar en comunicación. Sin referencias bibliográficas.


Jesús Martín Barbero. Heredando el Futuro: Pensar la educación desde la comunicación. En: Revista Nómadas No. 5. Universidad Central. Bogotá, 1996.


José Ignacio Porras. Individualidad, racionalidad y redes: las nuevas lentes para comprender lo político en la sociedad de la información. Universidad Bolivariana. Sin más referencias bibliográficas.


José Joaquin Brunner. Educación: escenarios de futuro. Nuevas tecnologías y sociedad de la información. PREAL. Santiago de Chile, 2000.


José Manuel Pérez Tornero. Comunicación y Educación en la sociedad de la información. Editorial Paidós. Buenos Aires, 1995.


Manuel Castells. La Era de la Información. Economía, Cultura y Sociedad. Editorial Alianza. Madrid, 1997-1998.


Mario Kaplún. El comunicador popular. CIESPAL - CESAP. 1985.


Néstor García Canclini. Consumidores y Ciudadanos. Editorial Grijalbo. México, 1995.


Néstor García Canclini. Culturas Híbridas. Editorial Grijalbo. México, 1989.


Paulo Freire. Pedagogía del oprimido. Editorial Siglo XXI. Buenos Aires, 1970.


Paulo Freire. Extensión o comunicación. ICIRA. Santiago de Chile, 1970.


Rosa María Alfaro. ¿Comunicación popular o educación ciudadana? CEAAL. La Habana, 1994.
UNESCO. Contribución a la paz y al desarrollo humano en una era de mundialización mediante la educación, las ciencias, la cultura y la comunicación. París, 2001.

Otro texto que usted aporte a la discusión



La que usted aporte a la discusión.

Un remedio contra el olvido




Una mirada a los modelos de comunicación que nos han impuesto

Hay que decir que hemos permitido que las grandes empresas de la comunicación masiva se tomen la sociedad, sin que exista reflexión en torno a las historias que inventan y nos cuentan todos los días. Y al no tener contradictores, estos medios se fueron posicionando -con el apoyo de las estructuras políticas y económicas nacionales e internacionales- como instituciones desde las cuales se promueve un tipo de sociedad que no es representativa de las personas de a pie, sino de unas elites que se han encargado de contar sus propias historias, no las nuestras.



Dice un compañero de la Red al respecto que “lo interesante es ver que estamos tomando conciencia de que tenemos una responsabilidad como sociedad civil; sabiendo que somos las víctimas de los conflictos sociales, no podemos seguir asumiéndonos como tales y ya, porque esto nos ha llevado a dejar que sean otros los que tomen las decisiones. Tenemos que actuar, organizarnos y movilizarnos, y este (el trabajo en Red) es un buen espacio para la articulación y para la definición de apuestas desde el trabajo conjunto. Ya no más de trabajar cada quien por su lado. Ahora vamos a trabajar juntos, no porque se nos diga que lo tenemos que hacer sino porque queremos y debemos hacerlo. Igual, lo venimos haciendo desde hace tiempo, pero ahora nos vamos a fortalecer.”



Es aquí donde se hace necesario hacer visible y fortalecer los derechos ciudadanos a la información y a la libertad de expresión en condiciones de equidad, para poner en evidencia la importancia que los procesos de comunicación y de información tienen para el fortalecimiento de la democracia. En este sentido, la generación de acciones desde la sociedad civil -con el apoyo absoluto de las administraciones locales, distritales y nacionales- en torno al desarrollo de procesos que permitan a los ciudadanos la autonomía con respecto a la toma de decisiones y frente a propuestas de desarrollo alternativo y la consolidación de instancias de participación efectivas, se convierten en necesidad y obligación en el contexto de desinformación constante a la que se ve expuesta nuestra sociedad.



Se debe buscar que las comunidades creen, fortalezcan, acompañen y se apropien de sus medios, de la radio comunitaria y escolar, del periódico barrial o local, de los canales comunitarios, del ejercicio que niños, jóvenes y adultos, personas de todas las edades, vienen desarrollando en torno a los audiovisuales, a las nuevas tecnologías como el Internet y desde sus grupos culturales creando obras de teatro y música, entre otras expresiones sociales que se desarrollan en el ámbito comunitario.



Es por esto que la generación de iniciativas ciudadanas en torno a la comunicación desde lo comunitario y con un énfasis investigativo, se establece como una apuesta en varios sentidos. El primero, generar el espacio de discusión sobre los diversos problemas que plantea la comunicación y la información en los ámbitos locales y su enfrentamiento con otros procesos que de manera sistemática desconocen los desarrollos comunitarios, la organización y la participación social, la memoria que se construye en el diario vivir, la cultura propia y popular que se manifiesta de maneras distintas a las que se referencian desde el aparato estatal, desde los grandes monopolios políticos y económicos y las grandes empresas de la comunicación masiva.



“La reflexión que debemos hacer –señala una compañera frente a la discusión planteada- es sobre papel que nosotros jugamos frente a lo público y como ciudadanos, mirar si estamos cumpliendo un papel activo o un papel pasivo frente a los problemas que tenemos. Sabemos que las relaciones con las instituciones muchas veces no son las mejores, pero no nos podemos quedar ahí, quejándonos solamente. Tenemos que actuar, y una forma para hacerlo es aprovechar los medios como herramientas para el debate, la reflexión y el diálogo.”



En este sentido, la segunda apuesta propuesta tiene que ver con el reconocimiento del papel del ciudadano (su intervención y su contribución) en la construcción de procesos sociales desde la comunicación, y su afirmación como sujeto histórico que construye sociedad desde su participación en el ámbito de lo público y en la interacción que genera con sus pares y dispares, con sus territorios y con sus contextos y realidades que se construyen desde la cotidianidad: “la invitación es ver cómo negociamos y concertamos diferencias y cómo articulamos similitudes en el trabajo de la Red. Recordemos que nos articulamos para hacer verdaderos los procesos de planeación participativa, porque el trabajo colectivo que tenemos que generar y consolidar está allí, en el desarrollo comunitario”, subraya una compañera participante.



La tercera apuesta apunta a la responsabilidad social de los actores locales, sociales e institucionales, frente a su incidencia en la construcción de una opinión pública crítica, responsable y decisoria.



Lo que se propone, en síntesis, es que desde los actores de la comunicación local se promuevan otras formas de relación y de acción colectiva en un proceso de resistencia a los grandes discursos que propone la institucionalidad. Para ello contamos con escenarios que como los medios comunitarios, barriales, escolares, los cineclubes, conversatorios, asambleas y demás espacios de discusión, concertación, participación y organización social, nos permiten proponer acciones conducentes a transformar las realidades:



“Estos espacios (el proceso e construcción de la RedComKennedy) son importantes por la reflexión y articulación que posibilitan -expresa un compañero de manera enfática. Lo interesante es entenderlos como espacios de cooperación y de búsqueda de objetivos comunes. Tenemos que aprovechar estos recursos para fortalecernos y aunque se requiere mucho más, este es un primer paso para conocernos, saber qué hacemos, quiénes somos y proyectarnos. Hace falta más voluntad, sobre todo política, pero es un primer paso.”



Reconocer y estimular el trabajo de los artistas populares, de los trabajadores comunitarios, de los grupos juveniles, las madres comunitarias, los grupos de adulto mayor, así como los procesos de formación no academicistas y otras múltiples formas de acción social, nos ha permitido re-construir comunidad, re-conocer a los ciudadanos desde sus propios saberes y formas de hacer.
Y es desde allí, desde el análisis del papel que juegan y deben jugar los comunicadores populares y los procesos de comunicación en el desarrollo social, que se han venido enriqueciendo la experiencia y las posibilidades de acción comunicativa en nuestras comunidades. Estamos rescatando nuestra voz, nuestra creatividad para relacionarnos con nuestros vecinos desde un lenguaje propio.



Se está pensando de una manera distinta, más participativa y constructiva para asumir los procesos sociales, buscando dinamizar el desarrollo integral de las comunidades y la incidencia de los ciudadanos en la definición de lo público, a partir del aprovechamiento de la comunicación y la información en la implementación de una pedagogía social y popular que reivindique al hombre -y no al medio- como actor protagónico de la transformación social: “así como se viene haciendo en los colegios, nosotros los otros medios comunitarios tenemos que redimensionar el papel que jugamos en nuestras comunidades –expresa un compañero de la Red con gran preocupación. Tenemos que ver cuáles son las implicaciones pedagógicas de nuestro trabajo. Somos como una escuela nueva en potencia, tenemos en nuestras manos el poder de la información, pero también tenemos que ver cómo estamos utilizando este poder, por qué y para qué.”En estos escenarios de trabajo conjunto se vienen asumiendo las formas que ha adquirido la comunicación desde las comunidades, formas más cercanas, más propias, que han facilitado otros modos de acercamiento y reconocimiento de los saberes tradicionales, nuevas inspecciones a los problemas y necesidades, diferentes escenarios para entender las realidades, diversos criterios a partir de los cuales acercarse y aprender a convivir con el otro para discutir y definir con él los cambios estructurales requeridos por las comunidades.

Comunicación y desarrollo social



Una apuesta desde los medios de comunicación comunitarios

Existe en el mundo una gran preocupación por entender de qué forma la comunicación incide en el desarrollo del hombre, en los procesos sociales y cómo los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la información se han venido convirtiendo en factores determinantes de las relaciones que las personas sostienen con sus vecinos y con el mundo que los rodea.



La comunicación, en este sentido, viene siendo entendida en un paisaje social en el que los cambios constantes y los desconocimientos de otras formas de pensar, de actuar y de convivir, conforman unos nuevos ideales de sociedad que a su vez plantean nuevos escenarios desde los cuales actuar, lo que ha producido una serie de transformaciones en los tiempos y los espacios en que se produce, circula y se apropian los conocimientos y los saberes.



La comunicación no es sólo la herramienta que nos permite comunicar cosas; es un proceso mucho más amplio y más profundo. La comunicación es diálogo, es interacción, es construcción colectiva, y ello implica que todos podamos hablar y sepamos escuchar. No puede existir comunicación si solamente se habla, si se pretende no escuchar al otro, no reconocer que él también tiene algo que decir.



Y para que exista comunicación comunitaria, popular, se deben mirar los procesos comunicativos que se dan en nuestros barrios, en las calles, en las tiendas, la que desarrolla el vendedor ambulante, el voceador, el grafitero, el joven que recorre las calles con su parche y que construye un lenguaje propio, un lenguaje que aunque nos parezca fuerte, extravagante o absurdo es el suyo, el que ha construido con su grupo para nombrar el mundo, para entenderlo, para ritualizarlo.



Es allí donde la comunicación se puede convertir en una acción liberadora, en un ejercicio de poder. Cuando nuestros vecinos, nuestros jóvenes, nuestros adultos y adultos mayores, nuestras mujeres, nuestros niños, nuestros afros y nuestros indígenas y demás sectores y grupos sociales hablan con su propio lenguaje, de sus propios temas, con sus dichos y acentos, en ese momento entendemos que no todo se puede volver mercancía, que existen diferentes modos de pensar y de hablar y que por más que lo pretendan los dominadores, no podrán destruir la viveza de la palabra y la memoria que ella representa.



Las grandes empresas de la comunicación masiva aún no lo han entendido. Así como nos trajimos el lenguaje del campo y del río; así como no renunciamos a las historias de los abuelos; así como mentamos el mundo primigenio con nuestro propio lenguaje (que la bolsa de mano siga siendo el joto, y que nos sigan llamando sumercé), así mismo nos resistimos todos los segundos de todos los minutos de todas las horas de todos los días a hablar como lo hacen en las novelas mexicanas y venezolanas, en las series y películas gringas, o en los documentales europeos. Aunque no todos, hay que reconocerlo. Se evidencia entonces, como lo señala una compañera de la Red, que “la ética de los medios masivos es una ética comercial. Por eso nos llenan de novelas, de secciones de farándula y de reinados de belleza, para distraernos.”



Frente a este contexto, el desarrollo de la comunicación está determinado, en gran medida, por lo que se hace, se vive y se piensa, por lo que se critica, se quiere y se reprueba en cada momento histórico. Ver la comunicación a la luz de los movimientos de la historia nos permite valorar y contextualizar sus procesos en relación con la evolución de las dinámicas socioculturales, políticas y económicas de cada época, así como observar las relaciones sociales que posibilita o que niega.



A partir de estas valoraciones frente a las dinámicas comunicativas predominantes han surgido, al interior de las comunidades, otros tipos de comunicación menos aparatosos e instrumentales, más participativos e incluyentes, unas nuevas formas interpretar y asumir la comunicación desde el trabajo cotidiano y con herramientas casi artesanales.



Se ha imaginado una sociedad más incluyente, más soberana, autónoma y solidaria; y se ha asumido una comunicación que reconoce lo que gente piensa y habla: “creo que nosotros como comunicadores populares no podríamos ser comunicadores imparciales -dijo una compañera. Al contrario, debemos estar junto a lo nuestro, defender lo que es lo nuestro, asumir una posición por lo nuestro y en favor de lo nuestro”.



Hay que seguir reivindicando desde todos los escenarios, en todos los espacios y por todos los medios la importancia de la comunicación popular, lo que ella nos permite para la construcción colectiva, organizada, dialogada y participante, pero sobre todo el privilegio que deben tener las personas sobre los procesos, ya que son ellas las que soportan las cargas sociales, culturales, políticas, económicas, del conocimiento y las relaciones de poder desde las que se fundan nuevos modos de asumir al otro, a la sociedad y a la comunicación misma.



Se hace necesario continuar discutiendo, proponiendo y aplicando una nueva comunicación en nuestras comunidades (nueva no porque nos la hayamos inventado sino porque hasta ahora la estamos asimilando y aplicando sistemáticamente). Si se quiere y se acepta, se podría hablar incluso de reinventar la comunicación, teniendo en cuenta su importancia en el quehacer político y en la contribución que hace a la reconstrucción de nuestras colectividades, su presencia permanente e intervención íntima en lo social, en la familia, en la escuela, en la iglesia, en la ciudad.



Como lo señala un joven participante, “ese disfraz de la imparcialidad sobre la que trabajan muchos medios de comunicación, hace que no se genere duda sobre las posturas de estos medios. Al final no vamos a estar informados sino que nos dejamos llevar por la trama de las palabras. Por eso me parece muy cierto el postulado del periodista Bielorruso Ryszard Kapuscinski cuando dice que en el desarrollo del ejercicio periodístico la imparcialidad no va a existir, pero si debe existir la ética.”



Pensar en esta línea es entrar a controvertir los conocimientos y las prácticas socioculturales, políticas y económicas de la sociedad de consumo y oponerse a los centros de poder, porque es comenzar a concebir la comunicación como instrumento de poder popular que posibilita concebir nuevas imágenes de mundo, de comunidad y nuevas formas de participación y relación desde las cuales también compartir y construir la sociedad de manera colectiva. Esto nos lleva a pensar en que los usos y apropiaciones de la comunicación tienen una gran trascendencia en el ámbito comunitario, ya que desde allí se pueden promover otros lenguajes, mensajes y códigos de lectura social frente a los cuales las grandes burocracias y los pretenciosos monopolios han sido evasivos.

Comunicación para unos o comunicación para todos


La comunicación como una posibilidad política y organizativa


Existen dos tipos de comunicación que expresan no sólo la manera como nos relacionamos entre sujetos sino también, y sobre todo, la forma como concebimos el mundo, los procesos sociales y a los otros.


Si entendemos al otro con el que “nos comunicamos” como una persona que sólo recibe nuestros mensajes pero que no tiene la posibilidad de expresar lo que piensa con respecto a aquello que le planteamos, estaríamos hablando de un tipo de comunicación que concibe a las personas como seres pasivos, como objetos de la comunicación y, por ende, estaríamos hablando de una comunicación tradicionalista, vertical y hasta conductista si se quiere. Es más, podríamos decir incluso que este tipo de relación no debe ser concebida como comunicación. Quizá como un proceso de transmisión de datos, pero no como comunicación propiamente dicha en la que, como se ha señalado, el diálogo entre interlocutores de primordial.


Al respecto un compañero observó que “algunos medios locales han sido autistas, no han querido escuchar críticas, mucho menos hacer autocrítica. No se hace evaluación del trabajo, no se indaga si estamos mirando mal los procesos. Muy pocas veces yo ha visto que discuta si se está investigando bien o mal; es más, muy poco se habla de investigación, por lo que en muchos casos se ha desinformado, así no lo queramos reconocer. Por eso es importante que el medio no se considere como un salvador ni asuma responsabilidades que no le competen. El medio es eso, un medio, y no un fin. Y por eso el medio alternativo trabaja con la comunidad, no para la comunidad.”


Generamos un monólogo y no un proceso de comunicación. Nos hablamos a nosotros mismos; definimos qué se publica y qué no, quién publica y quién no, cómo se publica y en qué lugar, como si supiéramos qué es lo que necesitan saber nuestras comunidades, sin preguntarles a ellas, sin vincularlas al proceso. Terminamos haciendo aquello que tanto criticamos: no participamos a la gente en las discusiones y mucho menos en las decisiones que se toman en nuestro medio.


Unos dirán que es muy complicado poner de acuerdo a la gente, y con ello les negamos la oportunidad de participar. Otros expresarán que la gente no participa, que la gran mayoría es indiferente a lo que pasa en la sociedad y con los medios comunitarios de comunicación y por eso, sin mayores análisis sobre el por qué de la indiferencia de sus vecinos, realizan y publican cada mes su trabajo. Algunos otros señalarán que la gente es ignorante, inculta, inexperta, alfabetos funcionales y que precisamente su función está en educarlos, no en hacerlos partícipes de los procesos y hasta piensan que pueden convertir a sus audiencias en menores de edad, seres incapaces de tomar decisiones por ellos mismos frente a los mensajes que se les proponen.


Así, algunos de nuestros comunicadores conciben a sus comunidades única y exclusivamente como destinatarias de los medios (que también lo son), pero muy pocas veces como partícipes de la creación y construcción de los mismos. No pensamos en nuestros vecinos como sujetos aportantes y deliberantes en los procesos, y bajo este pensamiento nuestras comunidades adquieren una condición no son autoras sino lectoras en el proceso de la comunicación comunitaria.


“Lo importante es no autodenominarse alternativo cuando se está haciendo lo mismo que hacen los medios masivos –señala uno de los compañeros participantes-. Somos alternativos es precisamente para presentar opciones, y yo pregunto: ¿cuáles son las opciones que estamos proponiendo? Nos estamos enfocando en los problemas, que es necesario, pero no estamos pensando en aportar algo nuevo, y en esa medida pareciera que no tenemos claro cómo los medios alternativos tiene que ver o se vinculan con los procesos organizativos locales. Lo que es claro, en este momento en que se piensa la Red, es que se necesita la articulación social.”


Y tal vez por esto no todas las veces encontramos en el periódico del barrio, en la emisora o en el canal comunitarios contenidos que hablen de la gente y, por lo tanto, con la gente. Se habla de la calle, del problema de los servicios públicos, de la mala gestión de la administración local, de la corrupción, del problema ambiental, de la falta de espacios para los jóvenes, pero casi nunca se le pone nombre propio al tema o al problema.


Terminamos señalando problemas y tratando temas que sólo se relacionan con la gente de manera lejana. No hay historias de vida, reportajes, entrevistas; solo problemas que tienen que ver con la gente en la medida en que la gente está ahí, sufriéndolos; la persona es casi una excusa que justifica la producción, un objeto consumidor del medio, no constructor ni participante del mismo. Se considera que lo importante es el problema y no la gente que lo padece, o los responsables que lo generan.


Pero existe otra forma de concebir la comunicación. Hablaríamos de una comunicación que propone un diálogo con el otro, que lo incluye, que lo consulta, que lo salva del silencio y lo reconoce como sujeto de la historia. Este es un tipo de comunicación que no sólo se interesa por el tema o problema a tratar, sino también y sobre todo por la persona o grupo de personas involucradas.


A este tipo de comunicación se le ha llamado dialógica, término que significa diálogo, reconocimiento del otro, participación e interacción como iguales, construcción colectiva, y permite, como lo señalaba un compañero de la Red de Comunicación de la localidad de San Cristóbal, la construcción de un nosotros, la actitud de pensar en el otro y con el otro.

Un comunicador comunitario que trabaje en esta línea entra en diálogo con su comunidad, la consulta en la búsqueda de problemas y en la proposición de soluciones a las mismas. Un comunicador que dialoga con sus vecinos es un comunicador que escucha antes de hablar, que decide en conjunto los temas a publicar, los enfoques sobre los cuales presentar una información, los lenguajes a utilizar.


Este tipo de comunicador, que asume en su trabajo el diálogo como premisa, se interesa más por conocer lo que pueden decir sus vecinos que por expresar lo que él mismo piensa sobre los temas o problemas que trata. Intenta identificar y representar a su comunidad en el medio, por encima de identificarse y representarse él. Este comunicador es un facilitador de procesos, es una persona que promueve, desde su medio de comunicación comunitario, la reflexión crítica; pone en común información que ha sido debatida con la gente, construida con la gente. Este comunicador popular, como lo señala el siguiente testimonio de un compañero de la Red, es una persona particular, con una sensibilidad social especial:


Interactuando con los jóvenes estudiantes que tienen sus emisoras escolares me doy cuenta de una cosa que ellos tienen clara: así como estos muchachos tienen claro que una emisora escolar es mucho más que colocar música, nosotros (los otros medios comunitarios) tenemos que darnos cuenta de que hacer comunicación popular es mucho más que publicar temas por publicarlos, por sacar un periódico o por cubrir un espacio en el canal. Hay que pensar estrategias en este sentido, sobre todo en términos de articulación y de cooperación entre los colegios y otras organizaciones.Mientras trabaja la próxima edición de un periódico, la realización de un programa de radio, la producción de un video o la actualización de la página Web; mientras se piensa el próximo video o radio foro, el siguiente conversatorio o el primer mural, el comunicador popular imagina con la gente modos diferentes de expresión, formas distintas de comunicación y, a su vez, escenarios diversos e incluyentes para la organización y la participación de su comunidad.

Una pedagogía de la comunicación desde la participación


Cómo pensar una sociedad en la que se pueda participar colectivamente


En este contexto nos replanteamos las funciones de una comunicación liberadora, una comunicación que aporte al cambio y que le permita a la gente tomar sus propias decisiones, lograr unos mayores niveles de autonomía frente a los grandes discursos que circulan en la sociedad, porque como bien se advirtió en una de las reuniones realizadas por el grupo de la Red en el mes de mayo por parte de una de sus integrantes, “el problema de los medios de comunicación comunitarios es un problema de política: el asunto tiene que ver con garantías, con igualdad de oportunidades, con reivindicaciones sociales.”


Para ello confirmamos que lo que se necesita y lo que se debe posibilitar desde nuestros medios de comunicación y en los diferentes espacios sociales en los que participamos y aportamos, son elementos teóricos y técnicos desde los cuales analizar nuestras realidades, mecanismos para entender de qué forma se relacionan los acontecimientos del mundo, qué implicaciones tienen en nuestras vidas y cómo podemos nosotros intervenir e incidir, desde nuestras comunidades y con nuestros medios, sobre aquello que nos afecta o beneficia de una u otra forma.


Llegamos de nuevo a la conclusión de que se necesita menos información parcelada, descontextualizada, menos datos estadísticos que no sabemos de dónde salen, ni quién los obtiene, ni con qué intenciones; exigimos más comunicación y menos cifras de muertos sin nombre, más porqués, cómos, quiénes y para qués. Como se señala en la editorial de la edición número 5 del periódico comunitario Komunicando, hay que preguntarse también “¿cuáles son las funciones y las responsabilidades de los medios en los procesos de comunicación y de información social, y frente a la generación y el direccionamiento de la opinión pública nacional? (…) Lo importante es preguntarse en torno a qué nos están congregando las grandes empresas masivas de la información, con qué fines y quién está detrás.”


Porque ver la comunicación como un proceso que solamente facilita la circulación de información, de datos y de estadísticas, es asumir que la comunicación no posibilita encuentros y no transforma situaciones. Si, por el contrario, la asumimos como un agente de cambio, como un proceso a partir del cual el hombre tiene la posibilidad de dialogar con los otros y construir su comunidad desde allí, como una posibilidad para imaginar colectivamente nuevas formas de hacer las cosas y de relacionarnos con los otros, rescatamos y re-creamos su dimensión política y social.


Y para ello tenemos que entrar a mirar de qué forma es concebida la comunicación, estudiar cómo está siendo definida, ya que en estos esclarecimientos podemos establecer de qué forma se imagina a la sociedad ya que, como luego veremos, las formas como las sociedades se comunican definen también el tipo de sociedad que se vive.


Si definimos un tipo de sociedad en la que la palabra es monopolio de unos pocos, en la que estos pocos emisores imponen su visión de mundo sobre las mayorías, estamos hablando de una sociedad excluyente, desigual, autoritaria, de una sociedad amedrentada, sometida y dominada por unos cuantos que ejercen su poder.


Si por el contrario distinguimos una sociedad en la que el diálogo predomina, en la que existe la posibilidad de debatir abiertamente los temas y los problemas comunes, estamos frente a una sociedad democrática que genera relaciones horizontales entre personas e instituciones, una comunidad que se hace cargo y define su propio futuro, una sociedad que se reconoce como partícipe de la historia, y unos medios que “proponen a sus comunidades información de calidad, y que se convierten en espacios de reflexión y de conversación social”, según anota un colega participante del proceso.


Esto porque la verdadera comunicación no está dada por un emisor (aquel que habla) y un receptor (aquel que escucha), sino por dos o más seres o comunidades humanas que intercambian y comparten experiencias, conocimientos, sentimientos (aunque sea a distancia y a través de medios artificiales). Es mediante este proceso de intercambio cómo los seres humanos establecen relaciones entre sí y pasan de la existencia individual aislada a la existencia social comunitaria, como bien lo señala Mario Kaplún.


Lo que define, entonces, el tipo de comunicación que nos venimos pensando, como muchos otros desde hace mucho tiempo, es una comunicación que vaya de la mano con la pedagogía, que brinde elementos a las comunidades para repensar el tipo de sociedad que se quiere; una comunicación que, como lo propone Paulo Freire, esté al servicio de un proceso educativo liberador y transformador, porque como lo señaló un compañero de la Red, “la comunicación alternativa debe cumplir una función fundamental: hacer visible aquello que se oculta o que se desconoce desde diferentes sectores sociales.”


Tengamos en cuenta que una de las características de este tipo de comunicación es, más allá de informar a la gente, de decirle lo que pasa y cómo pasa, la movilización que puede generar. En el momento en que se le brinda a la gente y a los mismos comunicadores populares elementos para la discusión y el análisis crítico de las realidades, la comunicación se puede convertir en comunicacción, en diálogo para la transformación, ya que la comunicación concebida de este modo posibilita nuevos elementos para que la gente discuta, reflexione y actúe frente a lo que pasa en su entorno.


Cuántas veces nos hemos reunido en nuestras casas, con nuestras familias o con el grupo de amigos en la esquina o el parque a conversar sobre lo que escuchamos en la radio o vimos en la televisión. Cuántas veces salimos de la sala de cine o del teatro discutiendo con el compañero sobre la película o la obra. Cuántas veces nos hemos indignado o alegrado por aquello que leemos en el periódico. Esto es lo que debemos lograr desde nuestros medios comunitarios, poner a conversar a la gente, darle elementos para que analice y critique aquello que escucha, que lee o que ve.


Pero debemos lograrlo de una forma responsable. No podemos poner a conversar a la gente sobre frivolidades, al modo en que lo hacen las grandes empresas de la comunicación. Tenemos que debatir los temas que afectan a nuestras comunidades, los temas que aportan en sus procesos de construcción. Esto no quiere decir que no podamos ser creativos, que nos dediquemos solamente a la denuncia de los problemas sin que se involucren también temas amables del desarrollo comunitario, sin que se cuenten las historias de nuestros vecinos, se trata más bien de que junto a los problemas se abra paso la historia, la memoria y la cultura.


Es por esto que la comunicación popular que nos pensamos debe estar directamente relacionada con las comunidades en las que se inscribe y debe servir como soporte a la organización social. Este tipo de comunicación recurre a la experiencia de las comunidades, las consulta con frecuencia, las relata en sus periódicos, en sus programas de radio y en sus videos, las hace visibles desde la página Web, las ilustra y sintetiza en sus murales, en sus obras de teatro, en los cuentos de sus narradores, en la conversación cotidiana con los vecinos.


Este es un tipo de comunicación que se piensa desde la comunidad y para la comunidad, una comunicación que busca todos los días reconocerse en el otro, construir comunidad con el vecino y, por ende, crea los mecanismos y las estrategias para que él se vincule, para que cuente su cuento, para que participe.


Siendo así, esta comunicación que nos pensamos requiere estimular el diálogo permanente para lograr niveles efectivos de participación, cosa que demanda una gran creatividad ya que la participación también se estimula y hasta se inspira.


Si la gente no participa de buenas a primeras, es porque no se han generando las condiciones y asumido las voluntades políticas necesarias para que las comunidades sientan que su participación es importante e incidente, para que recupere la confianza frente a los procesos de participación.


Ya veremos en el transcurso de este documento cuáles fueron las estrategias propuestas desde el proceso en construcción de la Red de Comunicación Comunitaria de Kennedy en lo que respecta a la participación y cómo se definieron y pusieron en práctica algunas condiciones favorables para incentivar el proceso, pero aclaramos de entrada que asumimos como premisa las propuestas expresadas por los participantes en la primera sesión del proceso de formación desarrollado.


Un participante enfatizaba al respecto en que “los medios (de comunicación) comunitarios deben estar al servicio de la gente, no de la localidad. Lo importante es la gente que vive en los barrios. La localidad es una división administrativa, no una persona. Lo importante de mostrar los problemas es que estos los vive la gente. Pero no es sólo mostrar los problemas sociales y quejarse, sino también proponer alternativas de solución y ésta debe ser función de los medios, dar información a la gente para que ella tome decisiones y participe para solucionar las problemáticas de la localidad.”

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Bogotá, Cundinamarca, Colombia
Proyecto CEIS - Colectivo de Estudios e Investigación Social- se inscribe en las lógicas de la organización social de carácter popular, asumiendo una postura crítica frente a su contexto político, económico y sociocultural. En Proyecto CEIS confluyen experiencias de gestoras y gestores sociales que han desarrollado trabajo comunitario por más de 10 años, y sintetiza una posibilidad de acción colectiva dirigida hacia la reflexión, orientación y consolidación de poder popular. En el camino los gestores de Proyecto CEIS han sido investigadores, defensores de derechos humanos, docentes, animadores de procesos de fortalecimiento de lo público, facilitadores en procesos de formación, promotores socioculturales, entre otras actividades propias del trabajo social comunitario. Contactos en: proyecto.ceis@gmail.com