miércoles, 20 de febrero de 2008

Lecciones del pasado

Por Raúl Benítez Ortega
Fundación Red Social
Director Ejecutivo

Ahora que los medios de comunicación comunitarios y alternativos de Bogotá se preparan para contar con una política pública para este importante sector de la sociedad civil, que permitirá clarificar las reglas de juego para el ejercicio del periodismo cívico y para la reivindicación del derecho fundamental a la libre expresión y a la libertad de informar y ser informados de manera veraz, imparcial y oportuna, pero, además para que la ciudadanía pueda ser escuchada en sus demandas sociales, resulta pertinente hacer una reflexión colectiva acerca del camino recorrido para esta conquista, que parece no ser suficientemente valorada.

Hace casi veinte años, quienes fuimos pioneros de la televisión comunitaria en Colombia trajimos y fabricamos antenas parabólicas para atrapar señales de los satélites gracias a nuestra privilegiada posición frente a la órbita geoestacionaria ecuatorial, abriendo el camino para una de las más prósperas, estratégicas y florecientes industrias de la actualidad: la televisión por cable.

Como suele suceder con el rápido desarrollo de la tecnología, la legislación de nuestro país, antes de la Constitución del 91, no estaba preparada para establecer mecanismos de intervención y regulación de dicha industria. Sin embargo, hace cerca de una década, cuando las señales de televisión internacional eran distribuidas a un creciente número de hogares en las ciudades gracias a la iniciativa emprendedora de muchos colombianos que como todos, nos rebuscamos nuevas oportunidades y negocios, la Comisión Nacional de Televisión intervino para "ponerle orden".

Con la experiencia ganada y la expansión de las famosas "parabólicas", los pioneros de la televisión por cable nos creímos preparados para afrontar individualmente el reto que se nos vino encima: definir si éramos cable operadores por suscripción o si éramos cable operadores comunitarios. Todos terminamos por apostarle a la idea de ser competencia directa de TV Cable, que en ese momento era el único sistema de televisión por suscripción que existía en el país, autorizado por el gobierno.

La CNTV expidió entonces el marco regulatorio de la televisión en Colombia. Llenos de vanidad y en nuestra actitud arrogante creímos que podíamos superar con creces a TV Cable o a empresarios como Emilio Azcárraga, propietario de Televisa en México. Nos creímos grandes y poderosos, no había otro cable operador mejor que nosotros y todos los demás eran inferiores a nuestra "sapiencia", oportunistas y advenedizos. La televisión comunitaria nos pareció desdeñable y nos lanzamos como una jauría de hienas hambrientas a despedazarnos por una licencia para ser cable operadores de televisión por suscripción.

Enfrascados en esa disputa, no vimos que alrededor nuestro se movía lenta, silenciosa y calculadamente, una manada de leones movidos por la carnosa presa que significó la adjudicación de licencias por parte de la CNTV. Los depredadores estaban listos desde hacía rato. Cuando alzamos la mirada para observar lo que sucedía, ya era tarde. Los leones arrastraban hacia sus propios matorrales una presa ágil, fresca, con mucho músculo, mientras nos conformábamos con lamer los pálidos huesos que nos condenaban a una segura extinción.

Así fue. La gran mayoría de quienes abrimos el camino de la televisión por cable en Colombia desde hace una década estamos por fuera de esta actividad. Algunos prestan hoy sus servicios en los canales de televisión y en las programadoras privadas como camarógrafos, productores, operadores de unidades móviles, o dictamos talleres de producción y medios de comunicación en ONG y colectivos de comunicación, mientras que la televisión pasa poco a poco a manos de empresas extranjeras.

De esta manera, la mexicana Telmex es hoy el operador de televisión por cable con el mayor número de suscriptores en todo el país luego de absorber a Cablecentro, Superview y TV Cable. Estos también se quedaron chicos ante las circunstancias. En la radio ocurre algo semejante: Caracol es ahora propiedad de los españoles, lo mismo que El Tiempo o Telecom. Detrás de la reaparición de El Espectador como diario nacional está otra empresa de la moderna reconquista española.

Lentamente, los medios de comunicación en nuestro país han dejado de ser propiedad de colombianos. Claro, esas son las reglas de la globalización. Lástima que las utilidades de esas empresas ahora se escapen de Colombia para mejorar las cifras del PIB de países extranjeros, mientras nos hundimos más profundamente en el desempleo y el subdesarrollo ante un gobierno impasible frente a un sector estratégico para nuestra economía, nuestra cultura y nacionalidad.

Por esto, hablar de medios comunitarios y alternativos de comunicación en Colombia, adquiere un significado incuestionable: es la oportunidad de hablar de la defensa del derecho fundamental a la libre expresión e información, pero también para hablar de la democratización de la propiedad de los medios de comunicación como prenda de garantía de una sana democracia y de un Estado Social de Derechos.

Es evidente que ninguno de los actuales gestores y actores de los medios de comunicación comunitarios y alternativos existentes (radio, prensa, televisión o internet) puede atribuirse una representatividad no concedida por el gremio, ni puede erigirse sobre los demás para señalar con el dedo e imponer vetos que impidan el acceso al sano desarrollo de una política pública de comunicación comunitaria.

Los hechos recientes han demostrado que por diversos caminos, se ha venido gestando un movimiento social alrededor de la comunicación comunitaria cuyas diferencias están marcadas por la simple herramienta que se usa para la comunicación. Algunos lo hacen a través de los periódicos y revistas; otros, a través de la radio comunitaria y escolar; otros, mediante la televisión comunitaria, y nuevos colectivos recurren ahora a las tecnologías avasalladoras y convergentes. Todos estos son procesos que nadie puede desconocer.

Si las lecciones del pasado no sirven para mejorar nuestra actitud y obrar con criterio, de forma coherente, bajo el principio de la solidaridad, tendiendo lazos de confianza y unidad entre los distintos medios de comunicación comunitaria y alternativa, de nuevo veremos cómo desde los matorrales, son otras fieras las que se llevan las mejores presas. ¡Que hay que actuar con sensatez, es un imperativo!

Si no lo creen, solo miren más cuidadosamente lo que está ocurriendo con la convocatoria del Ministerio de Comunicaciones para radios comunitarias en las capitales. ¿Alguien recuerda a los ministros Saulo Arboleda y Rodrigo Villamizar?, o mejor aún, ¿a alguien le suena todavía aquello del "miti-miti"?

Bogotá D.C., 20 Febrero 2008.
NOTA: ARTICULO DE LIBRE PUBLICACION Y DIFUSION CON MENCION DEL AUTOR

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Proyecto CEIS - Colectivo de Estudios e Investigación Social- se inscribe en las lógicas de la organización social de carácter popular, asumiendo una postura crítica frente a su contexto político, económico y sociocultural. En Proyecto CEIS confluyen experiencias de gestoras y gestores sociales que han desarrollado trabajo comunitario por más de 10 años, y sintetiza una posibilidad de acción colectiva dirigida hacia la reflexión, orientación y consolidación de poder popular. En el camino los gestores de Proyecto CEIS han sido investigadores, defensores de derechos humanos, docentes, animadores de procesos de fortalecimiento de lo público, facilitadores en procesos de formación, promotores socioculturales, entre otras actividades propias del trabajo social comunitario. Contactos en: proyecto.ceis@gmail.com